Retalls del llibre "El hombre eterno" de Chesterton


Brillant, punyent, intel·ligent i provocador, com sempre!

(...) Para un hombre que no cree en los milagros, un milagro lento será tan increíble como uno repentino. 

(...) El hombre no es mero producto de una evolución sino más bien una revolución. 

(...) Podríamos admitir que el hombre primitivo dibujara un mono, mientras que tomaríamos a broma si nos dijeran que el mono más inteligente había dibujado un hombre. Existe una clara división y desproporción que además es única. El arte es la firma del hombre (...) 

(...) El hecho principal que se desprende de la impronta dejada por el autor de aquellas pinturas de renos o de otros animales, es que aquel hombre sabía dibujar, mientras que el reno no. 

(...) No hay por qué empezar diciendo que lodo era lento y sin discontinuidades y una mera cuestión de desarrollo y de grado, pues en las pruebas evidentes de las pinturas no existe ningún rastro de desarrollo o graduación. Las pinturas no fueron comenzadas por monos y terminadas por hombres. El Pitecántropo no hizo un pobre esbozo del reno que luego rectificaría el Homo Sapiens. Los animales mejor dotados no dibujan cada vez mejores retratos, ni el perro pintó mejor en su período de apogeo que en su temprana y ruda etapa de chacal. El caballo salvaje no fue un impresionista y el caballo de carreras un postimpresionista. Todo lo que podemos decir de la idea de representar la realidad con trazos sombreados es que no se da en ningún otro elemento de la naturaleza salvo en el hombre, y que ni siquiera podemos hablar de ello sin considerar 

(...) Es como un espejo porque solamente en él pueden verse reflejadas todas las demás figuras que existen, como sombras brillantes en una visión. Sobre todo, es como un espejo porque es único en su especie. Otras cosas se le pueden parecer o parecerse unas a otras de diversas formas; como en los muebles de una habitación una mesa puede ser redonda como un espejo, o un armario puede ser más grande que un espejo. Pero el espejo es la única cosa que puede contener a todas las demás. El hombre es el microcosmos, es la medida de todas las cosas, es la imagen de Dios. Éstas son las únicas lecciones auténticas que se han de extraer de la cueva

(Respecte a les teories evolucionistes que presenten l'ésser humà com el final de la selecció natural)  (...) Sería más parecido a ver una vaca de entre cien saltar repentinamente sobre la luna o un cerdo de entre cien echar alas súbitamente y ponerse a volar. 

(...) Podemos encontrar un rastro interrumpido de piedras y huesos que débilmente hagan pensar en el desarrollo del cuerpo humano. Pero no existe el más débil indicio que nos lleve a pensar en un desarrollo semejante de la mente humana. No existía y comenzó a existir. 

(...) En algún momento del tiempo, demasiado remoto para que los críticos lo puedan rastrear, se habría producido una transición de la que los huesos y las piedras no pueden, por su propia naturaleza, ser testigos. Y el hombre se convirtió en un alma viviente. 

(...) Podemos afirmar que la familia es la unidad del estado; la célula que permite su formación. A su alrededor se da todo ese complejo de virtudes humanas que separa al hombre de la abeja y de la hormiga. El pudor es la tela que cubre dicha tienda. La libertad es el muro de dicha ciudad. La propiedad no es sino el ámbito familiar. 

(...) La falacia consiste en suponer que, por el hecho de que una idea sea más amplia, haya de ser por ello más esencial, más real y más cierta. A un hombre que viviera solo en una choza en medio del Tíbet, se le podría decir que está viviendo en el Imperio Chino; un lugar espléndido, espacioso e impresionante, o por el contrario que se hallaba situado en el Imperio Británico, lo que le produciría una lógica impresión. Aquel individuo, debido a un curioso proceso mental, podría sentirse mucho más seguro de la existencia del Imperio Chino, que no podría ver, que de la choza que tendría ante sus ojos. Algún extraño elemento mágico en su mente hace que su pensamiento comience con el Imperio, aunque su experiencia comience con la choza. 

(...) Están obsesionados en su monomanía evolucionista de que todo lo grande procede de una semilla, o de algo incluso más pequeño. Parecen olvidar que toda semilla procede de un árbol, o de algo más grande. 

(...) Se acostumbra a insistir en que el hombre se parece a las otras criaturas, y es cierto, pero esa misma semejanza sólo es capaz de percibirla el hombre. 

(...) En la misma forma de las cosas hay algo más que el mero crecimiento natural: hay una finalidad. La misma flor tiene un fin, llenando el mundo de coronas. 

(...) Pero imaginativo no significa imaginario. No se sigue de esto que todo es lo que los modernos llaman subjetivo, cuando quieren referirse a lo falso. El verdadero artista advierte, consciente o inconscientemente, que toca verdades transcendentales, que sus imágenes son sombras de cosas que se contemplan como a través de un velo. En otras palabras, el que ha nacido místico sabe que allí hay algo; algo se esconde tras las nubes o en el interior de los árboles. Pero cree que la búsqueda de la belleza es la manera de encontrarlo. 

(...) Pero, aunque los mitos puedan proporcionar al hombre un calendario, no le proporcionarán un credo. Nadie se levanta y dice: «Creo en Júpiter, Juno y Neptuno, etc.», igual que un cristiano se levanta y dice: «Creo en Dios Padre Todopoderoso», 
Pero, en realidad, los ríos de la mitología y de la filosofía corren paralelos y no se mezclan hasta confluir en el mar del cristianismo. Algunos defensores del laicismo hablan todavía como si la Iglesia hubiera introducido una especie de cisma entre la razón y la religión. La verdad es que la Iglesia fue realmente la primera que intentó conciliar en todo momento razón y religión. Nunca antes se había producido una unión semejante entre sacerdotes y filósofos. 

(...) Y todas las dudas e ilusiones de cada día se fundan en la existencia, de tal forma que no nos preguntamos cómo podremos vivir, sino por qué lo hacemos. 

(...)  La desesperanza no reside en el cansancio ante el sufrimiento, sino en el hastío de la alegría. 

(...) Cualquier agnóstico o ateo que en su niñez, haya conocido la auténtica Navidad tendrá siempre, le guste o no, una asociación en su mente entre dos ideas que la mayoría de la humanidad debe considerar muy lejanas la una de la otra: la idea de un recién nacido y la idea de una fuerza desconocida que sostiene las estrellas. 

(...) Omnipotencia y la indefensión, la divinidad y la infancia, forman definitivamente una especie de epigrama que un millón de repeticiones no podrán convertir en un tópico. No es descabellado llamarlo único. Belén es, definitivamente, un lugar donde los extremos se tocan. 

(...) La razón no es otra que la misma naturaleza de ese nuevo mundo. Un mundo que entrañaba la dificultad de una nueva dimensión. Cristo nació no solamente sobre la superficie del mundo, sino por debajo del mundo. El primer acto del drama divino fue decretado, no en un escenario colocado a la vista de todos, sino en un lugar oscuro y oculto, difícilmente reconocible a simple vista, y esto no es algo fácil de expresar en los diferentes modos de expresión artística. Es la idea de un acontecer simultáneo en diversos niveles de la vida. 

(...) Pero en el misterio de Belén era el cielo el que estaba debajo de la tierra. 

(...) El lugar que encontraron los pastores no era una academia o una república abstracta, no era un lugar donde se inventaban, disecaban o explicaban mitos. Era un lugar de sueños convertidos en realidad. 

(...) La Navidad en el cristianismo se ha convertido en algo que, en cierto sentido, es muy simple. Pero como todas las verdades de esa tradición es, en otro sentido, algo muy complejo. No se trata de una única nota sino del sonido simultáneo de muchas notas: la humildad, la alegría, la gratitud, el temor sobrenatural y, al mismo tiempo, la vigilancia y el drama. No es un acontecimiento cuya conmemoración sirva a intereses pacifistas o festivos. No se trata sólo de una conferencia hindú en torno a la paz o de una celebración invernal escandinava. Hay algo en ella desafiante, algo que hace que las bruscas campanas de la medianoche suenen como los cañones de una batalla que acaba de ganarse. Todo ese elemento indescriptible que llamamos atmósfera de la Navidad se encuentra suspendido en el aire como una especie de fragancia persistente, o como el humo de la explosión exultante 

(...) Aun cuando el cristianismo fuera una gran equivocación de carácter universal, seguiría siendo una equivocación tan única como la Encarnación. 

(En relació a la mort de Jesús a la creu) Si hubiera algún sonido que pudiera producir el silencio, seguramente nos quedaríamos en silencio ante el final, cuando un grito fue lanzado en la oscuridad con palabras terriblemente nítidas y terriblemente incomprensibles, que el hombre nunca entenderá en toda la eternidad que esas mismas palabras han comprado para él. Y por un instante aniquilador, un abismo insondable para nuestro limitado intelecto se abrió en la unidad de lo absoluto: Dios había sido abandonado por Dios. 

(...) Allí estaban enterradas las mitologías y las filosofías, los dioses, los héroes y los sabios. Como dice la gran frase romana, habían vivido. Pero igual que podían vivir, podían morir; y habían muerto. Al tercer día, los amigos de Cristo que llegaron al lugar al amanecer, encontraron el sepulcro vacío y la piedra quitada. De diversas maneras se fueron dando cuenta de la nueva maravilla. Pero aún no se dieron mucha cuenta de que el mundo había muerto en la noche. Lo que aquéllos contemplaban era el primer día de una nueva creación, un cielo nuevo y una tierra nueva. Y con aspecto de labrador, Dios caminó otra vez por el huerto, no bajo el frío de la noche, sino del amanecer. 

(En relació als primers concilis cristològics que negaven la humanitat de Jesus) (...) Verdaderamente, la trompeta del auténtico cristianismo, el desafío de la sencillez y derroche de afectos de Belén o del Día de Navidad, nunca sonó con tanta energía y con tanta claridad como en el desafío de Atanasio al frío acomodo de los arrianos. Era él, precisamente, el que luchaba por un Dios de Amor frente a un Dios controlador del cosmos, deslucido y remoto; el Dios de los estoicos y de los agnósticos. Era él, precisamente, el que luchaba por el Santo Niño frente a la gris divinidad de los fariseos y los saduceos. Luchaba para lograr ese mismo 

(...) Somos cristianos no porque adoremos una llave, sino porque hemos atravesado una puerta y hemos sentido el viento, el soplo de la trompeta «le la libertad sobre la tierra de los vivos. 

(...) El cristianismo ha tenido un destino diametralmente opuesto. Ha pasado por una serie de revoluciones y en cada una de ellas ha muerto. Ha muerto muchas veces y otras tantas se ha alzado de nuevo, pues contaba con un Dios que sabía cómo salir del sepulcro. 

(...) Una cosa muerta puede ser arrastrada por la corriente, pero sólo algo vivo puede ir contra ella. Un perro muerto puede ser alzado sobre la corriente del agua encrespada con toda la viveza del sabueso, pero sólo un perro vivo es capaz de nadar contracorriente. 



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